A Test That Sun Exposure does not affect Latin America’s “Pigmentocracy” as Measured by the PERLA Color Palette

La Paleta de Colores

The PERLA color palette was used to collect a reliable measure of skin pigmentation, which compliments self-identified data on race and ethnicity and enables within-country and cross-country comparisons.

When presenting data showing how darker skin color is correlated with lower education and other measures of socioconomic status (see presentations posted on this website and Telles and Steele 2012), the audience is generally convinced of Latin America’s “pigmentocracy” but, with good reason, an occassional skeptic will raise the issue that persons of low status tend to be more exposed to the sun and thus they tanned because they are more likely to be engaged in outdoor occupations. Thus, their argument goes, we find that low status persons have darker skin simply because such persons are in jobs where they darkened from exposure to the sun and not society may have dealt out lower status occupations or lower education to persons who had darker skin originally.  We generally respond that even tanning has its limits to how much darker you can get and that the opposite does not occur-that dark skin persons  lighten as a result of working in high status occupations.

However, to take this criticism head on, we analyzed the relation between skin color and education for indoor workers only, as compared to analysis of the full sample of respondents. Using the 2010 America’s Barometer (with the ethnicity module), we replicated Telles and Steele 2012 but for indoor workers only, in which our sample is of eight countries (Brazil, Colombia, Mexico, Peru, Bolivia, Dominican Republic, Ecuador, and Guatemala) where we have a full set of controls. We perform a multivariate econometric analysis to control confounding variables, including including parental occupation, sex, age, urban and country.  We define indoor workers as persons employed as professionals, intellectuals and scientists; directors (managers and heads of departments); technicians or mid level professionals; public officials; and office workers (secretary, office equipment operators). Of the 14,747 persons in the full sample, we have 2,087 office workers in the eight countries.

Table 1 below shows our results for office workers compared to the full sample using two models. THe first model presents main effects and the second model presents main effects and interactions with skin color in each country as was done in Telles and Steele 2012. The results for the full sample are the same as those reported in Telles and Steele 2012.

MAIN RESULT:
Skin color continues to be negatively correlated with education at a high level of significance, although the magnitude is slightly reduced. See table summarizing results.

SECONDARY RESULTS
There are no educational differences between males and females in indoor occupations while there were in the full sample.
Among indoor workers, parental occupation is less important than in the full sample.
Skin color is not especially important in Bolivia and Guatemala, as it was in the full sample though it appears to be especially important for office workers in Colombia and Peru.

CONCLUSION:
Sun exposure increases skin color inequality in Latin America somewhat but it does not account for the bulk of color inequality. Pigmentocracy clearly persists in Latin America, despite the effects of tanning in low status occupations.

Reference:
Telles, Edward and Liza Steele. Pigmentocracy in the Americas: How is Educational Attainment Related to Skin Color?” Insights 73. Latin American Public Opinion Project, Vanderbilt University:

Discriminación racial y étnica: La pigmentocracia colombiana

by: César Rodríguez Garavito

Este artículo acerca de los resultados de PERLA fue publicado en el periódico colombiano El Espectador, 5 de marzo de 2012:

¿Importa el color de la piel? ¿tener la tez clara trae ventajas, mientras que ser “morenito” las reduce? Esas son las preguntas que está resolviendo un estudio dirigido por Edward Telles, de la Universidad de Princeton.El estudio –codirigido en Colombia por Fernando Urrea, el reconocido sociólogo de la Universidad del Valle— tiene un nombre sugestivo: PERLA (Project on Ethnicity and Race in Latin America). Y perlas es lo que va encontrando. Por ejemplo, una publicación reciente de Telles y Steele muestra que el tono de la piel está asociado en casi todos los países de la región con las oportunidades educativas, medidas en número de años de estudio. En otras palabras, como dicen los autores, las sociedades latinoamericanas son “pigmentocracias”, en las que el color (junto con la clase social, el género y otros factores) afecta las oportunidades que uno tenga en la vida.

Como los datos son nuevos y el tema es sensible, conviene ir por partes. Para comenzar, ¿cómo se mide el tono de la piel? Hasta ahora, los censos y las encuestas le han dejado la decisión al entrevistado, quien se autorreconoce como blanco, mestizo, indígena o afrodescendiente. Aunque útil para algunos fines, esta medida pierde de vista que la discriminación depende no tanto de cómo se ve quien la sufre, sino de cómo lo ven los demás. Por eso, el tono de la piel de los cerca de 40.000 latinoamericanos encuestados por PERLA y el Barómetro de las Américas fue clasificado por entrevistadores profesionales, con base en una paleta de 11 colores.

¿Qué tanto pesa el color en Colombia y en los países vecinos? Por ahora, el proyecto ha mostrado que incide en un tema fundamental: la educación. El estudio de Telles y Steele indica que Colombia es más pigmentocrática que países donde se habla más de discriminación, como Perú, Brasil o Ecuador. En efecto, la diferencia promedio en años de estudio entre colombianos de piel clara y aquellos de piel morena u oscura es 2,2. La brecha es más ancha sólo en Bolivia y Guatemala, las dos mayores pigmentocracias latinoamericanas.

Se podría pensar que, en realidad, la diferencia es de clase. Es decir, que un indígena, un mulato o un afrocolombiano promedio tiene menos años de estudio porque viene de una familia pobre, no porque tenga la piel oscura. O porque es más factible que viva en una zona rural, o que sea joven. Todos estos factores, en efecto, resultaron significativos en el análisis estadístico de PERLA. La clase social tiene el impacto más grande, pero no elimina el del color de piel, que implica una desventaja específica y es significativa estadísticamente. De hecho, a nivel latinoamericano, el rezago educativo de quien es “morenito” es cercano al que sufre quien vive en el campo, y casi el doble del que padece una mujer. En la práctica, las desventajas se combinan y se agravan mutuamente, como lo muestra la marginación extrema de las mujeres afro o indígenas de zonas rurales.

¿Qué conclusiones se siguen? La primera es que, lamentablemente, el color sí importa, y no sólo para las oportunidades educativas. Un análisis hecho por Telles, Urrea y Flores sugiere que también incide en el nivel de ingresos, tanto en Colombia como en otros países.

La segunda conclusión es que se necesitan políticas públicas que conviertan las pigmentocracias en democracias. En este sentido está avanzando la oportuna Misión de Movilidad Social y Equidad convocada por Planeación Nacional. Como lo han propuesto Juan Camilo Cárdenas, Hugo Ñopo y Jorge Castañeda en su estudio para la Misión, medidas como el fortalecimiento decidido del sistema educativo en departamentos con alta población afro e indígena, y programas de acción afirmativa bien diseñados, serían pasos en esa dirección.